domingo, mayo 22, 2011

Como crear y compartir archivos BitTorrent de forma sencilla



Como todos sabéis, el protocolo BitTorrent esta pensado y diseñado para intercambiar largas cantidades de datos entre peers, y hoy en día es uno de los protocolos más usados para este propósito a nivel mundial, con un tráfico que esta entre el 30 y el 60% del total del tráfico de Internet.
Sus ventajas con respecto a las descargas tradicionales son obvias: una velocidad normalmente alta, dependiente de los peers o personas que estén sirviendo, algo que hace que la descarga sea balanceada y beneficie a todos los usuarios, y un contenido que esta disponible a través de múltiples personas que lo comparten, sin tener que preocuparnos de que el servidor donde se aloja se caiga o deje de alojar el archivo.
Puede que la mayoría de vosotros hayáis utilizado algún cliente BitTorrent para descargar contenido, pero… ¿Habéis creado vuestros propios BitTorrent? Para todos aquellos que quieran saber como compartir contenido de forma sencilla, os propongo tres opciones para hacerlo.
BurnBit, BitTorrent a partir de cualquier archivo alojado en Internet
BurnBit es un servicio experimental que sirve precisamente para eso: nos ayuda a crear archivos .torrent a partir de cualquier archivo que este alojado públicamente en Internet, para mas tarde asegurarse de que los usuarios que quieren descargar el contenido lo hacen desde el servidor web pero tambien desde otros peers que esten o hayan descargado previamente el archivo.
Una de las principales razones para utilizar esta herramienta es el ahorro de ancho de banda, ya que el servicio nos ayudará a reducir el tráfico de datos, balanceando las descargas entre el archivo web y los peers o seeders. Esto es especialmente útil si tenemos problemas de tráfico en nuestro sitio o nuestro host no es todo lo rápido que nos gustaría, ya que estaremos ofreciendo a nuestros visitantes una descarga parcialmente P2P y haciendo una distribución optimizada de nuestro contenido.

Para comenzar a usarlo hay que visitar la página principal, donde simplemente debemos introducir la URI del archivo que queramos procesar. Al proceso se le llama burning o quemado, y consiste en transformar la descarga y comenzar a servir un nuevo archivo BitTorrent. Este paso depende, por supuesto, de la velocidad del servidor donde este alojado el contenido.
A los pocos segundos de introducir la dirección del archivo se nos mostrará un resumen con las características de este y del nuevo contenido BitTorrent. En el tendremos acceso a datos tales como el tamaño, el mime.type o tipo de contenido, número de cachos del nuevo contenido, número de webseeds sirviendo el archivo —si es que los hay— y clave hash, esta última una vez finalizado el proceso de creación BitTorrent.
Finalmente se nos presenta el archivo .torrent, el cual podemos descargar y compartir con el resto de la comunidad de Internet.
uTorrent 3, publicación BitTorrent con ayuda de Web Seeds
uTorrent es posiblemente el cliente BitTorrent más conocido y usado a nivel mundial, y versión tras versión ha ido mejorando su rendimiento y añadiendo funcionalidades. Una de estas nuevas funcionalidades es la posibilidad de compartir contenidos utilizando el protocolo BitTorrent de la manera más sencilla. Y es que como ya os conté en el Bitelia Labs de uTorrent 3, esta última versión incorpora la posibilidad de compartir contenidos mediante un par de clics de ratón y ayudados por los llamados Web Seeds alojados en el propio servidor de uTorrent.

En su pantalla principal, basta con arrastrar y soltar archivos y carpetas en el cuadro inferior izquierdo, y automáticamente se nos abrirá un asistente con el que tras finalizar, podremos comenzar a compartir.
En este caso obtendremos una URL acortada que podremos distribuir entre nuestros contactos, que incluso tendrán la posibilidad de descargar uTorrent sin necesidad de buscarlo manualmente. Esto es ideal para gente que no este familiarizada con las descargas BitTorrent y en definitiva un buen medio con el que empezar a iniciarse en ellas.
BitComet y otros clientes
BitComet es otro cliente BitTorrent, originalmente llamado SimpleBT, que tal vez se caracterice por darnos la posibilidad de descargar archivos utilizando además los protocolos HTTP y FTP. Otra cosa que destacaría de él, y por lo que lo incluyo en esta lista, es la facilidad para crear nuevos Torrents.

Para ello basta con ir al menú archivo, donde seleccionaremos la opción de Crear Torrent. El proceso es tan sencillo como seleccionar los archivos y carpetas que queremos compartir. El resto de opciones pueden dejarse en su configuración por defecto a no ser que tengamos alguna necesidad específica. Tal vez activar el DHT público sea una buena idea, ya que hará que nosotros hagamos de tracker en caso de que este esté caído.
Lo siguiente es introducir el tracker o trackers por medio del cual queremos servir nuestro contenido. BitComet no nos da por defecto la dirección de ninguno, pero en este aspecto no hay limitación. Podemos especificar cualquier tracker de nuestra elección. He aquí una lista con algunos de los trackers públicos más conocidos y utilizados:
http://open.tracker.thepiratebay.org/announce
http://www.sumotracker.com/announce
http://www.torrent-downloads.to:2710/announce
http://denis.stalker.h3q.com:6969/announce
udp://denis.stalker.h3q.com:6969/announce
Por último, basta con salvar el archivo .torrent y distribuirlo a nuestros amigos, o tal vez publicarlo la página de nuestra elección, como por ejemplo The Pirate Bay.
La manera de crear nuevos contenidos BitTorrent a partir de nuestros archivos suele ser similar en la mayoría de clientes, con más o menos opciones dependiendo del que elijamos, aunque como veis, el proceso suele ser sencillo y no tiene por qué ser un impedimento para que comencemos a compartir nuestros contenidos mediante BitTorrent.

La expulsión de los moriscos


La expulsión de los moriscos, es decir, de la minoría musulmana que vivía en España como legado de la España árabe, constituye uno de los temas capitales de nuestra historia. La tolerancia religiosa que había caracterizado la Edad Media, expresada por el mozarabismo y el mudejarísmo fue sustituida, con el advenimiento de los tiempos modernos, por la tendencia asimiladora de los Reyes Católicos y de los primeros Austria. Al fracasar la asimilación ganó cuerpo la idea de la expulsión, decretada por Felipe III en 1609. España aprovechó la coyuntura pacifista del Occidente europeo-paz de Londres de 1604, tregua con los holandeses de 1609-para concentrar sus flotas en el Mediterráneo y resolver un aspecto crucial de su unidad interna con la expulsión masiva de los moriscos.

Con la excepción de los señores afectados en sus propiedades, la durísima medida de Felipe III fue recibida con un aplauso general. El 4 de Abril de 1609, Felipe III recluido en el Alcázar de Segovia, firmó el terrible decreto que había de borrar de sobre la faz de España, millares de pobladores dedicados, en su mayor parte, al cultivo de las tierras. El decreto de expulsión. En realidad, estaba calcado del de los Reyes Católicos contra los judíos en 1492 y, como aquel, se atendía exclusivamente a la religión y no a la raza.

Le importaba poco a Felipe III la cuestión política. Muy influenciado por el Duque de Lerma y su confesor Fray Gaspar de Córdoba y una vez orillada la cuestión religiosa. En su indolencia dejaba el gobierno completamente abandonado en las manos del Duque de Lerma y Marques de Denia. No le alarmaba el temor de una rebelión de los moriscos, hecho con el que amenazaba el Arzobispo Ribera, porque la proporción de los cristianos con los moriscos era bastante tranquilizante. En el censo de 1599, había en el Reino de Valencia 28.071 familias moriscas por 73.721 cristianas. La laboriosidad, la sobriedad, la frugalidad en su trato, el ningún lujo que tenían en sus casa y en los vestidos, y el afán en al que a pesar de los impuestos que pagaban iban allegándose dinero y proporcionándose una situación más ventajosa que la de muchos cristianos viejos, la rapidez con la que se multiplicaban por no admitir entre ellos el celibato y casarse muy jóvenes, el no contribuir al servicio de las armas, del que estaban eximidos, sin perder gente en las costosas guerras que entonces mantenía España, el no emigrar en busca de riquezas al nuevo mundo, todo esto hacia que los moriscos se multiplicaran con extraordinaria rapidez.

Era tal el crecimiento de la población morisca, que a principios del siglo XVII y a petición de las Cortes del Reino se suspendió la formación de los censos para no revelar a los moriscos la fuerza que tenían. La situación se hacia insostenible. La ambición del Duque de Lerma , que obtuvo para sí y sus hijos, de la parte que se apropio de las ventas de las casas de los moriscos la cantidad de 500.000 ducados. El codicioso ministro estaba acostumbrado a explotar en provecho propio las grandes medidas políticas. El día 23 de Septiembre de 1609 en las calles y plazas de Valencia, se pregonó la pragmática de expulsión, en la que el rey apellidando herejes, apostatas y traidores a los moriscos, decía que, usando de clemencia, no les condenaba a muerte, ni confiscaba sus bienes, con tal de que se apresurasen a ser embarcados en el termino de tres días y dejasen para siempre las tierras de España.

En ese plazo tan corto de tres días, los moriscos y sus mujeres, bajo pena de muerte, debían dirigirse a los puertos que cada comisario les señalase. No se les permitía sacar de sus casas más que los bienes que pudieran llevar sobre sus cuerpos. Se autorizaba a cualquiera que encontrase a un morisco desbandado fuera de su lugar pasados los tres días del edicto, para poder apoderarse de lo que llevara, prenderle y darle muerte si se resistía. Imaginemos la sorpresa que ocasiono en los moriscos este terrible bando. Se les obligaba a abandonar la tierra en la que habían nacido, ellos y sus antepasados, el suelo que habían regado con el sudor de frente y que habían fertilizado con su industria.

El mayor peligro para los moriscos estaba en llegar a los puertos de mar, deseosos los cristianos viejos de vengarse y atraídos por el amor al pillaje, formaban cuadrillas en los caminos, que asaltaban, robaban y asesinaban a los infelices moriscos. Soldados y paisanos rivalizaban en codicia y crueldad. Muchos señores tuvieron que acompañar hasta el mar a sus vasallos. El Duque de Maqueda llevo su generosidad hasta ir con sus vasallos de Aspe y Crevillente y dejarlos en Oran. Muchas de las familias, que creyéndose más seguras habían fletado para sí buques para ser trasladados a África, perecieron en el camino victimas de la codicia y brutalidad de sus patrones. Fueron robadas y degolladas durante la travesía y arrojadas al mar.

En el destierro de los moriscos se repitieron las escenas de amargura de la expulsión de los judíos en el siglo XV. Los sentenciados habían de seguir habitando en sus lugares. ¡Qué tristeza en los últimos días de estancia en el solar de los antepasados, sin cultivar ya los huertos que habían de pasar a manos extrañas!. hasta que se presentase el comisario que debía conducir a la desventurada caravana hasta el puerto en el que esperaran las galeras del Rey.

Desde una perspectiva moral la expulsión de los moriscos fue un acto de barbarie e intransigencia religiosa y política. Aproximadamente, 112.000 personas (más de 42.000 desde los puertos de Denia y Javea) fueron echados de su país por la sencilla razón de que eran diferentes: hablaban otra lengua, tenían otras costumbres y adoraban al mismo dios de forma distinta. Los 127.000 moriscos expulsados o muertos representaban un 30 % de la población valenciana. La perdida demográfica fue terrible y la repoblación tardo cerca de un siglo en llenar parcialmente aquel vacío. En el orden económico se vio privada la nación de la población más útil, productora y contribuyente. Costo el trasporte de los moriscos a África, 800.000 ducados. Por otra parte, los moriscos pusieron en circulación gran cantidad de moneda falsa que afecto al comercio y a la hacienda publica. Los campos quedaron sin cultivo. Los señores territoriales perdieron muchas de sus rentas. Las fortalezas feudales fueron derribadas y sus dueños, que no podían defenderse por la falta de vasallos, se concentraron en las ciudades. La industria falta de brazos se arruinó cerrándose las fábricas y talleres. Los moriscos expulsados produjeron otra clase de males a España más funestos que los que se pretendían evitar con la expulsión, males que cubrieron sus costas de luto y desolación por muchos años. Animados los moriscos del más profundo odio contra los españoles, muchos de ellos se dedicaron a ejercer la piratería sembrando el terror en nuestras costas.

Los ataques sufridos por los calpinos en 1637 y 1744 son buena prueba de ello. Los últimos moriscos de la Marina (mayoritariamente niños y posiblemente huérfanos de la batalla de la Vall de Laguar) fueron bautizados en la iglesia de San Pere de Benissa el 28 de Octubre de 1610. Benissa contaba en 1609, según el censo de Francisco de Miranda, con 210 casas de cristianos viejos y 30 de moriscos. En Calpe, los pocos moriscos que había vivían en la Coma de la Morería (Casa de Cultura) el resto se encontraba disperso en las distintas alquerías de la Cometa, Toix, Enchinent, etc,.Los moriscos vendieron precipitadamente todos los bienes que no podían llevar consigo, provocando una brusca caída de los precios por un exceso de oferta Esta circunstancia propició el que unos cuantos terratenientes foráneos se hicieran con las mejores tierras de Calpe.

Andrés Ortolá Tomás 1999